"En Busca del Halago"
Había un hombre inmensamente Rico y al que por ello mismo adulaban reyes, cortesanos, monjes, comerciantes y todo tipo de personas.
Era tan rico y por consiguiente poderoso que nadie se resistía a halagarle, excepto un hombre muy Pobre que, aunque carecía de todo, tenía paz interior y equilibrio.
El hombre Pobre ignoraba por completo al hombre Rico.
Al hombre Rico no le bastaba que le elogiasen todos, porque había una persona que lo ignoraba.
Así es la mente: todo le adulaban, pero el hombre Rico quería también el halago del único hombre que no le prestaba la menor atención. Decidió llamar al hombre Pobre y le habló de esta manera:
-Te seré claro y directo. ¿Si te regalase el veinte por ciento de mi fortuna, me adularías?
-Francamente, no. Sería un reparto desproporcionalmente desigual para que merecieras mis halagos- repuso tranquilamente el hombre Pobre.
El hombre Rico se había obsesionado con el tema y añadió:
-Pero ¿Y si te entregara la mitad de mi fortuna?
-En ese caso, como estaríamos en igualdad de condiciones, no veo ninguna razón de peso para que yo te adulase.
Sin terminar de desalentarse, aunque comenzando a exasperarse, dijo el hombre Rico:
-Pero ¿Y si te obsequiase con toda mi fortuna?
Entonces el hombre Pobre, esbozando una sonrisa irónica, repuso:
-Si yo poseyera toda esa enorme fortuna, ¿por qué iba a adularte?
El hombre Pobre se encogió de hombros y se marchó. El hombre Rico sintió una gran impotencia. Le era difícil asimilar que al menos un hombre en su país jamás le adularía por descomunal que fuese la fortuna amasada.
Era tan rico y por consiguiente poderoso que nadie se resistía a halagarle, excepto un hombre muy Pobre que, aunque carecía de todo, tenía paz interior y equilibrio.
El hombre Pobre ignoraba por completo al hombre Rico.
Al hombre Rico no le bastaba que le elogiasen todos, porque había una persona que lo ignoraba.
Así es la mente: todo le adulaban, pero el hombre Rico quería también el halago del único hombre que no le prestaba la menor atención. Decidió llamar al hombre Pobre y le habló de esta manera:
-Te seré claro y directo. ¿Si te regalase el veinte por ciento de mi fortuna, me adularías?
-Francamente, no. Sería un reparto desproporcionalmente desigual para que merecieras mis halagos- repuso tranquilamente el hombre Pobre.
El hombre Rico se había obsesionado con el tema y añadió:
-Pero ¿Y si te entregara la mitad de mi fortuna?
-En ese caso, como estaríamos en igualdad de condiciones, no veo ninguna razón de peso para que yo te adulase.
Sin terminar de desalentarse, aunque comenzando a exasperarse, dijo el hombre Rico:
-Pero ¿Y si te obsequiase con toda mi fortuna?
Entonces el hombre Pobre, esbozando una sonrisa irónica, repuso:
-Si yo poseyera toda esa enorme fortuna, ¿por qué iba a adularte?
El hombre Pobre se encogió de hombros y se marchó. El hombre Rico sintió una gran impotencia. Le era difícil asimilar que al menos un hombre en su país jamás le adularía por descomunal que fuese la fortuna amasada.
Mensaje: "Son pocos los que logran no ser sensibles al halago y menos aún los que no adulan con la intención de conseguir algo"
("Cuentos Espirituales del Tibet" Ramiro A. Calle)
Interesante relato, no son pocos los que buscan la adulación por su condición económica en la sociedad en la que vivimos, el ser humano tiende a este comportamiento desde que existe.
ResponderEliminarPor cierto Ramiro Calle me suena pero no sé muy bien de qué.
Hola Aulë, gracias por tu comentario. Ramiro Calle se dedica a la enseña de yoga en España y es autor de varias obra de autoayuda y orientalismo. Yo especialmente he leido alguno de sus relatos que te ayudan a ver las cosas de otra forma, en cuentos.
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