Cuento

El prado que siempre irabadiaba luz, con su verdor. Hoy se ve oscuro y apagado, las nubes no dejan pasar los rayos del Sol. Aunque es media mañana ya, la flores siguen dormidas. Se nota la presencia de los pájaros en la copa de los árboles, pero todos callan sus trinos.
Nadie diría que la primavera ha llegado o que por aquel lindo valle alguna vez resplandeciera de alegría.
Pero aunque todo parezca tan frío y helado, a lo lejos entre unas hojas secas, se puede divisar a dos pequeñas mariposas revolotear. Ambas se hacen compañía en este día tan sombrío.
Y sus alas de múltiples colores al moverse tan rápidamente; es como sí el arcoiris brillara sólo para ellas.
Pero depronto una dejó de mover sus alas y quedó tumbada en aquellas hojas, sonriente pero sin hacer ningún movimiento.
La otra pensó que necesitaba descansar y permaneció junto a ella horas, esperando volver a sus juegos. Pero pasarón los días y su compañera no despertaba. Y así durante semanas, ella echaba de menos esos buenos momentos y su nostalgía no le permitían abandonar el lugar y a su amiga de juegos.
Un día al despertar no la vió, pero le dió una inmensa alegría: su espera había merecido la pena. Volvería a volar y a jugar sin parar, así sus alas juntas volverían a formar ese pequeño arcoiris.
No fue así, allí nadie volvió, que había pasado con ella, no podía creer que después de sus horas de espera, nadié regresara; si realmente se había despertado o tal vez su cuerpo se habría desintegrado y había pasado a formar parte de aquellas hojas.
Y así con esta duda, regreso al valle gris que había vuelto a recobrar su verdor y la brisa cálida del verano atravesaba los árboles. Aun así, sus alas mantuvieron sus colores, pero el brillo que las hacia especiales se desvaneció como una gota de rocío que se evapora para convertirse en nube.
(Sombra)

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